No sé qué está pasando en nuestra sociedad, que ahora más que nunca, se valora muy poco lo público, lo que es de todos. Arrancar unas plantas, romper la placa de una calle, practicar el tiro a la farola, inutilizar un panel, arrancar postes de madera que balizan un camino,… se está convirtiendo en práctica habitual.
A mi entender este sentimiento ha calado muy hondo entre una parte de la población, que cree que cuando salimos de fiesta, o nos sentimos no observados, podemos hacer lo que nos dé la gana.
Por mi profesión conozco a muchos chicos, sobre todo chicos, las chicas son más comedidas, que en solitario son unas excelentes personas. Eso sí, cuando van en grupo se aborregan y son capaces de cualquier desmán. Si a esta actitud le añadimos el alcohol, el coctel se hace explosivo.
El “vale todo” ha arraigado en nuestros jóvenes. Vale hacer pis en las calles. Para qué me voy a molestar en buscar unos aseos si tengo un portal oscuro a la vuelta de la esquina. Vale arrancar unas plantas porque en mi calle no las hay plantadas -esta respuesta fue dada a un amigo cuando recriminó a unos adolescentes lo que estaban haciendo-. Vale arramblar con todo lo que pueda arder para nuestra hoguera de San Antón. Vale …
Y es que en Teruel tenemos un mal ejemplo que condiciona nuestra actitud ante lo público el resto de días. He visto en La Vaquilla a ilustres peñistas arrancar las plantas que rodeaban al monumento de La Vaquilla, cuando se encontraba localizado en El Óvalo, y lanzárselas a uno de ellos que se había subido al pedestal. No solo son los de afuera ni los adolescentes. Y claro el “vale todo” se pasa a las fiestas del barrio, Sermón de las Tortillas, hogueras de San Antón, fines de semana con el botellón,… Por desgracia no es solo un problema de nuestra ciudad. El mal está generalizado en nuestra sociedad española.
Me contaba hace poco un viejo conocido sus veranos trabajando en Alemania. De esto hace ya unos cuantos años. Un día de fiesta salieron con un amigo alemán. No hay fiesta sin alcohol y al susodicho alemán la bebida le sentó mal. Vomitón al canto. Llego la policía y muy amablemente aviso a una ambulancia por si se encontraba mal. Avisaron al servicio de limpieza para que lo recogiera, no fuese que alguien patinase y se cayera. Al cabo de unas semanas, a nuestro alemán, le llegó una factura del ayuntamiento con los gastos del desplazamiento de la ambulancia y el médico, y los gastos derivados de la limpieza de la vomitina.
No sé si aquello es mejor o peor, pero está claro que el problema que estoy planteando no se arregla tan solo con educación.
Dejo para otra ocasión los actos incívicos que protagonizan otros miembros de nuestra sociedad. Los propietarios de perros que no recogen las cacas de sus mascotas. Las personas, que en lugar de guardarse el papel hasta encontrar una próxima papelera, lo estampan en cualquier sitio. Las colillas por las calles. Los chicles en el suelo. Los escupitajos… Ejemplos que retroalimentan nuestra justificación del “vale todo” generalizado.
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